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domingo, 6 de marzo de 2016

LAS DALIAS DE MI MAMA

Cuan feliz fue mi infancia… no me cansaba de jugar entre las flores de mi madre…
Mi casa paterna tenía un hermoso fondo, y en un sector de más o menos 6 metros cuadrados, mama tenía un hermoso jardín compuesto por dalias de colores, en su mayoría eran dobles, al menos a mi me lo parecía.
Siendo niña de 10 años más o menos, jugaba entre las plantas de dalias y allí yo tenía un hotel….

Te voy a contar una bella historia:
 
Erase una vez una niña que miraba en la televisión de la época películas del lejano oeste, y veía que en esos pueblos llegaban diligencias o jinetes con sus hermosos alazanes o pintos… también llegaban carretas de colonos que venían a poblar esas tierras… cuando pasaban por las cantinas preguntaban si en el pueblo había un hotel. No había hotel, entonces a toda esa gente las enviaban a albergues o establos para que pudieran dormir.
Entonces en su imaginación, esa niña invento un hermoso hotel al pie de las dalias para que toda esa gente que llegaba desde lugares tan lejanos se sintieran cómodos en un lugar…la niña pensaba que esas personas no podían dormir en un establo con los caballos, sino, que debían dormir en lugares hermosos y perfumados. Es asi como surgió el hotel al pie de esas bellas dalias.
Allí con una maderita invento un mostrador que sería la conserjería del hotel y la ubico debajo de una enorme planta de dalia color bordo aterciopelada. Luego en otras dalias de colores similares hizo las habitaciones. Junto muchas más maderitas de unos pequeños cajoncitos de dulces de membrillos que por aquella época su mama compraba, y con ellas hizo camitas ayudándose de clavitos y un martillo que le pidió a su papa.
La niña juntaba tapitas de latitas y de la sidral que era la gaseosa de la época, y con ellas hacia los platitos y ollitas para la cocina. Con los corchos de las botellas de vino y clavándole 4 palitos finos armaba sillitas y mesitas para el comedor del hotel buscando así toda la comodidad para los comensales.
Así, de todos los elementos que juntaba, armaba más y más cosas para su hotel, y con tan poco se divertía y era muy feliz.
Las hojas de las dalias y sus ramitas eran el techito y las paredes de todo su hotel y día a día albergaba más y más gente que por allí pasaba. Así fue construyendo un hermoso y lujoso hotel perfumado y muy feliz atendía ella misma a todos los forasteros con sus familias que pasaban por el pueblo de ese lejano oeste. Que feliz se sentía. Solamente esa niña estaba triste cuando llovía en el mismo horario de esos veranos calurosos. – Pero, ¿saben porque llovía todos los días en el mismo horario de la tardecita?-  Porque su mama regaba las dalias con la manguera y mojaba todo ese hermoso y fantástico hotel construido por ella.
Y a pesar de ello y con tanto afán la niña nuevamente lo recomponía. -¡Que felicidad fue para ella ese hermoso hotel entre las dalias de su mama!-
                                            

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